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El tomate: fuente de salud
Es una de las hortalizas estrella que suele vestir nuestras ensaladas, baña nuestros guisos y satisface nuestros paladares. El tomate, debido a su adaptación a distintos hábitats, nos brinda la oportunidad de disfrutarlo en varios colores y sabores. Compuesto en su mayor parte de agua que causa el efecto diurético, elimina el ácido úrico y lucha contra el colesterol. Su consumo regular ayuda a reducir el riesgo de sufrir un infarto ya que mitiga los niveles de colesterol LDL y los triglicéridos en la sangre. Ayuda además a combatir infecciones como las del tracto urinario, fortalece el sistema inmunológico protegiéndolo contra enfermedades cardiovasculares y aplaca el dolor de quienes padecen de artritis.
Su gran número de antioxidantes, en particular el licopeno que previene que se oxiden los lípidos séricos, aminoran el riesgo de sufrir distintas formas del cáncer y aporta mejorías en los problemas dermatológicos. Hierro, potasio, vitamina C y vitamina K mantienen la salud del nervio y de la sangre. Al igual que la zanahoria, posee vitamina A, que previene la ceguera nocturna y mejora nuestra visión. Para paliar los efectos del tabaquismo, sus ácidos cumárico y clorogénico actúan sobre las nitrosaminas, culpables de los agentes cancerígenos en el humo. Recomendable para los diabéticos y para prevenir la hipertensión, sus propiedades no se pierden ni tras ser procesados con calor como cuando se utiliza en salsa de tomate.
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