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Los ciclos solares en la agricultura
La noche del 23 de junio se celebra en la mayoría de países europeos la festividad de San Juan. Hoy cientos de personas de todo el continente inundarán las playas para dar la bienvenida al verano en una noche llena de magia y superstición pero, ¿dónde tiene su origen la Noche de San Juan? Se trata de una festividad pagana en la que el fuego es el elemento principal, pues sirve para dar fuerza al sol durante el solsticio de verano, día más largo del año a partir del cual se van perdiendo horas de sol hasta culminar con el otro solsticio, el de invierno.
Este tipo de festividades impulsaron hace cientos de años la invención de calendarios y el estudio de la astronomía. Y es que el Sol, regulador de la naturaleza y símbolo de vida, ha sido objeto de culto desde entonces. Los primeros seres humanos asociaron el ciclo agrícola, del que dependía su supervivencia, a los cuerpos celestes y, en concreto, al Sol. Gracias a la observación y al comportamiento de los fenómenos que acontecían en el cielo, los hombres se dieron cuenta de que estos sucedían de forma periódica, coincidiendo con las actividades de cosecha, recogida de frutos, migraciones de los animales o con las épocas de lluvia y sequía.
Por tanto, gracias al movimiento de los astros los primeros hombres empezaron a tener referencias de cómo ubicarse en el tiempo. Fue entonces cuando crearon los primeros relojes solares que consistían en plantar un palo en el suelo y proyectar su sombra sobre un plano en el que se observaba la variación de la longitud de la sombra para localizar el mediodía. De este se evolucionó hasta inventos más precisos y sofisticados que revolucionaron la agricultura, ya que permitió a los hombres organizar sus labores de trabajo en el campo. No hay que olvidar la importancia tanto del Sol como de la Luna para asegurar el desarrollo y vida de las plantas.
Años más tarde con la llegada de la llamada “revolución agrícola” la forma de vida de muchas personas cambió gracias a esta medición del tiempo que hizo que los recolectores se asentaran en un lugar determinado y trabajaran la tierra cultivando alimentos y planificando prácticas agrícolas. De ahí la importancia del solsticio que celebramos cada 24 de junio (aunque la verdadera fecha es el 21) y que va más allá de una simple fiesta en la playa: damos gracias por el descubrimiento de los ciclos solares, del cambio de estaciones y de fenómenos naturales que nos han hecho evolucionar y cambiar nuestro modo de vida.