El ciclo de vida en programas de desarrollo rural
Los programas de desarrollo rural, al igual que los seres vivos, tienen un ciclo de vida que es preciso conocer. Muchos programas requieren de un dilatado “cortejo” institucional antes de poder ver la luz. Al inicio de la intervención, al igual que en la niñez de un individuo, el programa requerirá correcciones y ajustes, antes de empezar a ser verdaderamente prolífico.
La madurez de un programa, en el que se han pulido sus herramientas de intervención y sus resultados son constatables, es el momento oportuno para que pueda generar conocimiento y acciones inspiradas en él.
Esta fértil madurez a la que nos referimos, requiere de una notable generosidad de los promotores y de un concienzudo trabajo de adecuación de instrumentos de intervención al nuevo territorio o realidad. Ambas circunstancias se pueden dar con más facilidad si prevalece en los gestores el enfoque temporal y subsidiario de las intervenciones. |
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Los programas de desarrollo rural y las instituciones que los gestionan, deberían poder marcarse entre sus objetivos poder ser extinguidos por considerarse alcanzados sus objetivos de revertir la realidad socioeconómica de un determinado territorio y generar dinámicas internas favorecedoras del desarrollo sostenible. El programa no es un fin, es tan sólo un medio.
Más allá de la dotación de infraestructuras básicas, la realidad socioeconómica de un territorio ha de ser lo que sus ciudadanos, empresas e instituciones quieran que sea, partiendo de un conocimiento propio realista y con la ayuda temporal de las entidades de apoyo externas.
En pleno debate sobre el papel de muchas entidades de interés general, es preciso reflexionar sobre el momento del ciclo de vida de los programas de intervención en desarrollo rural, cómo evaluar la utilidad de los mismos y cómo favorecer la extensión de los modelos válidos.